PARGUETES DE ARRIBAZÓN
Salidos a la costa en un
miércoles de asueto, filtraba una ligera marejada sobre la desembocadura del
río Baracoa, donde varias embarcaciones de locales entraban a puerto con buenos
peces –un castero, un tiburón de talla
impresionante- y los tarrayeros o atarrayadores hacían colecta de carnada
mediada la mañana. Con los amigos, se lanzó al spinning buscando pequeños
gallegos que había en abundancia, y luego se fue a lanzar cerca de donde la ola
rompe.
Distante había que impulsar el
aparejo, lo que hizo considerar al que ahora hace el cuento que un equipo de
surfcasting habría hecho un buen papel en esta circunstancia. De cualquier
manera, algunos tiros de Alberto y Yordani deben de haber alcanzado el borde
del profundo canal de entrada a la rada, porque fueron, en el día, quienes
llevaron las elegantes piezas que las imágenes logran testimoniar.
Pargos criollos (Lutjanus
analis), parguetes para mejor apreciación, dada la talla. Son del tipo de
ejemplares que se avecindan en las costas, ensenadas, bocas de ríos, cuando el
mal tiempo de esta época del año agita las aguas. Es migración típica que se
conoce de antiguo en el país:
De esta especie decía el maestro
don Felipe Poey y Aloy:
Muy común todo el año y en toda edad. Los
más frecuentes son de 10 a 12 libras, prescindiendo de los más chicos; rara vez
de 20 a 25 libras. Se pesca a poca profundidad. Hay todos los años en mayo,
junio y julio grandes arribazones de estos peces que vienen a desovar sobre la
costa: son los mayores, llamados pargos lombriceros, porque llegan al mismo
tiempo que la lombriz de que hablaré más abajo 1. Los otros, arribados en otoño, son de menor
tamaño, impelidos por los vientos del Norte.
Pez hermoso, de gusto delicado
para la mesa, lo que le convirtió en ícono mediático desde la época colonial,
cuando los periódicos anunciaban la arribazón como un acontecimiento. Lleva la
masa de este lutjánido el protagónico de cualquier banquete cubano y los modos
de aderezo admiten desde lo clásico a lo silvestre. Es de recuerdo personal
cierto ejemplar sacado del agua en la ensenada de Bacunayagua, cerca ya de la
bahía de Matanzas, el que se puso a asar sobre brazas de inmediato,
adjuntándole apenas jugo de limón, algo de sal y mantequilla. ¡Mantequilla!
¿Quién lleva mantequilla a una pesquería de costa? Alguien lo hizo. Y la fragancia
del asado rústico subía la ladera que llevaba a la costa desde el sendero que
llegaba allí, atravesando un tupido manigual costero, desde la carretera.
La pesquería en la boca del
Baracoa rindió apenas lo que se muestra, pero fue otro de esos días ganados a
la abulia. Dos parguetes criollos, atracados a tierra podría decirse, son un
regalo y buen motivo para unas líneas a la emblemática especie.
1-
Explica Poey que uno o dos días antes del comienzo de las lluvias, fines de
mayo o junio, se cubre el mar de lombrices annelidas, que consumen los pargos
ampliamente. (Poey: Ictiología cubana.
Editoria Imagen Contemporánea, La Habana, 2000, Volumen I, página 126).
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