jueves, 1 de marzo de 2012




Un día cualquiera, el aficionado que uno es adquiere una vara y un carrete, los coloca en una esquina de la habitación, bien a la vista, y durante un tiempo todo lo que hará será mirar ese equipo e imaginarse cuántos peces capturará con él, los lugares adonde se detendrá sobre la costa o a la orilla de un embalse, para lanzar bien distante y buscar esos peces en el agua. Otro día irá en busca de la línea, se asegurará, con un amigo que sabe, de elegir el monofilamento apropiado, de ocho o doce libras, y aprenderá el nudo en el que podrá confiar. Entonces llenará por primera vez la bobina.
Mirando hacer, aprende lo esencial del lanzado. Se inquieta por los señuelos, que no siempre serán accesibles –quien sabe si por el precio o porque habrá que adquirirlos, en los primeros años, de segunda mano-, o habrá que apelar a las creaciones artesanales que, al cabo, mostrarán que funcionan.
Durante mucho tiempo, no se atreverá más que a usar ese deportivo implemento salvo como un sucedáneo de la línea a mano –el yoyo nuestro- que ha sido su herramienta primera o segunda (la vara criolla es comienzo de muchos), y que sigue usando aun, pescando con ellos a larga espera, mientras mata la impaciencia lanzando con la cómoda línea fina del equipo de spinning, plomeando el extremo o usando corredizo, con o sin alambrada, mientras sobre el afilado anzuelo se envuelve la carnada fina: lombriz marina, macao, patas de cangrejo cuidadosamente extraídas de su envoltura calcárea. Puede que todavía la pesca sea nocturna.
Pero un día el aficionado sale en grupo y algunos llevan el spinning de otro modo. La caña es fuerte y el puntero es objeto de vigilancia extrema. El carrete, resguardado en una bolsa y engrasado, sale a la vista en el último momento, cargado de línea fuerte. Vamos al mar, a la costa jíbara de seboruco de Guanahacabibes, o tal vez al sur de Isla de Pinos –de la Juventud-, o a la costa de Playa Girón que se extiende más de lo que cualquiera pueda caminar hasta la bahía de Cienfuegos y ochenta kilómetros más allá de pesqueros fabulosos de orilla, hasta Trinidad.
Va el pescador de pie firme enfundado en bota resistente, bota que puede ser de esas de goma que usan en los trabajos húmedos del campo; la ropa más desgastada y cómoda, una cartuchera a un lado, llena de señuelos (pollos, cucharas, palos, rapalas...), al otro una bolsa que espera llenar de pescado, y dentro de ella un bichero de gancho protegido que sale detrás, porque del hilo fino no es cauto halar a tierra un pez pesado, y oculto si acaso un pomo plástico de agua congelada para el día.
El sol demora todavía, pero ya hemos visto que alguien abandona el ómnibus lleno de pescadores y se adentra en una oscuridad de riscos y manigua en la que todavía no adivina el mar quien no tenga ojos entrenados para la costa. Más adelante otro se marcha, un grupo. El principiante espera a ver la claridad, el filo de brisa que le llega y, preguntando antes dónde estará por fin el campamento, se abandona a su suerte en la orilla desierta del mar, inmensa a sus ojos.
Tal vez está en calma y sorprenderá en el cristal la revoltura de una mancha de sardinas atacada por el depredador y pensará “He ahí un faje”, que faje es palabra de pescador cubano para decirnos que hay peces comiendo, casi siempre temprano. Coloca el señuelo; ¿cual? Según el mar esté de calmo o inquieto, según de profundidad, según del pez que se espere. Boya con chispa. Pollo. Cuchara. Popper. Rapala. Con alambrada o sin. Acomoda las piernas, aligera los músculos, enfila el ojo a la última acometida del cardumen, lleva la caña atrás, impulsa, libera el hilo, cierra el pick up y da vuelta a la manivela. Aquí comienza.
El spinning, al estilo cubano, es un deporte de esfuerzo con una cuota de riesgo que no hace falta exagerar. De andar extenso y empeñado vigilando el oleaje, bordeando la rompiente y a tientos por el peligroso estero de silencio y lodazal desfondado. Es el modo de pesca que mejor expresa el carácter local, por la tensión física, la emoción y por la imaginación desplegada en crear señuelos y en saberle al pez las mañas. De todas las técnicas llegadas a la Isla, es esta la que mejor asimila el cubano, que la halla fácil de aprender, eficaz y versátil. Un reto.
Cuba Spinning Club es la nueva sección del blog CUBANOS DE PESCA, que le sigue los pasos a la creada meses antes acerca de la pesca de la lobina negra boquigrande, nuestra trucha cubana, que ya tiene colaboraciones y debe tener más, en la medida en que lleguemos a más pescadores cubanos con computadora e internet. Igual destino será el de este espacio temático. De inicio reunimos todo el material acerca de spinning que se ha ido acumulando en el blog, principalmente en la vieja sección Avío Criollo, que permanece para cultivar, documentándolas, las tradiciones de la vara criolla y la línea a mano, con todas sus variantes.
Cuba Spinning Club, finalmente, fue una asociación que realmente existió a mediados del siglo veinte, que tuvo corta vida y cuya historia también esperamos exponer en estas páginas. Abierto el diálogo.

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