LOS VIEJOS CARRETES RUSOS: «ДЕЛЬФИН-8»
Ahora podemos reírnos, abuchear
alguno si el otro se aparece con uno de aquellos aparatitos de mecánica rusa,
de festinada precisión, apenas fiables, ¿impresentables a la vista? Pero fueron
los carretes con los que toda una generación aprendió qué era la pesca a
spinning. Dicen que primero fue el Delfín-4, luego el Delfín-8, habría un
Delfín-6 y hubo otros, como los Tokoz, y puedo recordar incluso uno totalmente
en plástico, muy acabado y parecido a un juguete en color crema y carmelita, probablemente
un producto de la entonces República Democrática Alemana. Si de memorias
tratamos, entonces vale mencionar, aunque parezca más bien cosas de viejo, que
donde está hoy el Centro de Presa Internacional en el céntrico Vedado, alguna
vez hubo una exposición de artículos procedentes de Checoslovaquia, con un
surtido de avíos de pesca que eran lo más elegante que habíamos visto: toda una
pared de cañas de pescar. ¿Fue así o lo imaginamos? Vaya uno a saber.
Uno empezaba a pescar con una
vara criolla o un cordelito, y el paso siguiente era hacerse de tres o cinco
carretes de lanzado a mano, de los que orgullosamente llamamos “Yoyo cubano”,
con líneas que podían comenzar con las muy finas 12 o 15 libras de resistencia,
para ascender rápidamente a las categorías mayores. Hay quien se conformaba con
armar un buen carrete con trescientos metros de nailon de 63 libras de
resistencia, con plomadas corredizas o al modo llamado “pata de gallina” y
anzuelos ― ¡los anzuelos rusos!, cuyos fabricantes nada sabían de publicidad o
sutilezas de mercado, nada sabían de un montón de cosas que luego parecen haber
descubierto, pero fundir metal, hacer un buen alambre y fabricar un simple
anzuelo de punta inmortal, de eso sabían, sin tanto alarde―; las buenas medidas
eran del 2/0 o 3/0. O sea, del dos o del tres, que esas notaciones tan técnicas
las aprendimos mucho más tarde. Era la época en que pescar, a lo grande, era
pasar la noche en sitios renombrados como Piedra Alta, Boca de Tiburones, Playa
Girón.
El spinning apareció después. Lo
difundieron los viejos maestros que habían aprendido en el Malecón con los antiguos
Rummer, Titán y Luxor. La pesca de la trucha, que se hacía en los embalses cada
vez más numerosos desde la década del sesenta, atrajo a muchos y el spinning
tomó carta de naturalización. También en el mar, por supuesto: hubo torneos en
uno y otro tipo de escenarios, y la picada hizo rentable gastar algunos pesos
del salario en un equipo. Era la época en que había en La Habana algunas tiendas,
una por municipio, a las que llegaba el abasto de nailon, anzuelos y otros
aparejos, los pescadores afiliados tenían una tarjeta de racionamiento de avíos
y los precios eran bajos. Un anzuelo podía costar 10 centavos, cien metros de
línea, 95 centavos, o menos. Una vara y un carrete que adquirimos tuvieron un
costo total de 24.00 pesos, moneda nacional. El técnico medio que hizo la
compra ganaba 118 pesos.
Uno se pone a recordar y a
razonar acerca de tiempos idos. En este caso debido a que apareció en el
archivo, en una carpeta que estaba lista para escribir quien sabe qué artículo,
que no llegó a redactarse, quién sabe por cual causa, un catálogo nada menos
que de un Delfín 8 de factura soviética, con una fecha que la historia marca
como límite de uno de sus hervores: 1990. Ha de agradecerse la traducción a
Rafio Borges Echemendía, que la hizo en los días en que andaba aquel reportero
siempre con una prisa de espanto ―igual que hoy, espantado por razones
diferentes―, y solo espero que entre los buenos lectores del blog alguno pueda
dar más detalles técnicos, recordar con mayor precisión el surtido de avíos de
aquellos años (los ’70, luego los ’80), poner unas cuantas anécdotas,
ilustrarnos acerca de un tiempo previo, al que vino después, en el que los
aficionados nos convertimos en sorprendentes expertos en marcas que nunca
tuvieron en Cuba publicidad ni divulgación: que en los noventa cualquiera
hablaba con soltura de lo último que había, sin internet, sin una revista, sin
un catálogo. Y había sus preferencias, y no estaban tan equivocados, no.
CARRETE
DE PESCA AL LANZADO, A SPINNING, SIN INERCIA «DELFÍN»
Guía de
explotación
Respecto al trabajo continuo en el perfeccionamiento
de este equipo, que eleva su seguridad y mejora las condiciones de explotación.
Se pueden aplicar cambios insignificantes que no están reflejados en este
equipo.
Significación.
La bobina de pesca a lanzado a spinning sin
inercia “Delfín” se destina a la
pesca deportiva. El carrete trabaja
normalmente en las regiones de clima moderado, con temperatura ambiente de 1...
40ºC.
Construcción
y trabajo
El carrete posee una forma estética actual,
sencilla, y construcción segura del mecanismo.
La transmisión funciona mediante un tornillo
sinfín con engranajes y cojinetes de
bolas que proveen el suave funcionamiento del multiplicador.
La aplicación del carrete del tipo “de
falda”, cual unida con el freno regulador de fricción, permite regular el suave
tensado del sedal y no permite su caída entre el cilindro y el carrete. Para el
uso de sedales o acortar el diámetro al carrete de reserva se coloca el anillo.
El freno de fricción se regula por medio de
la manecilla 24. Dentro del carrete se encuentra la chicharra, que da la
señal cuando el freno se afloja.
Reglas
de utilización.
El carrete se fijará en la parte baja de la
caña de pescar.
El sedal se enrolla en la bobina. El sedal
debe llenar la bobina hasta alcanzar 2 a 3 mm por debajo del borde delantero.
El freno del carrete se regula de modo tal
que se afloje con la tensión admisible del sedal.
La caña de pescar se sujeta con la mano
derecha. Antes de lanzar se sujeta el
sedal con el dedo índice. Después se abre a un lado el gancho de recobrado de
sedal, manteniendo el sedal sujeto con el dedo para que no caiga.
Trasladar el gancho a su posición de trabajo
solo mediante el giro de la manivela de devanado.
Sujetando el sedal, traslada hacia atrás la
caña de pescar y lanza. En el momento del lanzamiento se suelta el sedal.
La longitud de lanzamiento se puede limitar frenando la velocidad de vuelo del
señuelo, sujetando con el dedo índice el borde de la bobina.
Cuidar el carrete de golpes y caídas.
Prevenir el ensuciamiento de sus mecanismos.
Cuidar de daños el borde redondeado frontal
de la bobina, a través del cual el sedal corre al lanzar.
Terminada la pesca, aflojar el freno hasta el
mínimo.
Si en el carrete cayó arena o agua, hay que
desmontar, secar y sacudir y engrasar nuevamente.
Servicio
técnico.
El carrete se desmonta solamente en caso de
necesidad extrema en este orden: Desenrosca hasta el final, contra las
manecillas del reloj, el botón 24 de
regulación del freno y, sin esfuerzo, quitar la bobina 20, retirar la manivela 35,
desenroscar el tornillo 4 y quitar la tapa 5.
ATENCIÓN: Realizar el desmontaje posterior no
se recomienda. Realizar el montaje en la secuencia inversa.
Al final de la temporada de pesca quitar la
tapa de la caja y con varias gotas de grasa líquida engrasar los engranajes del
multiplicador t el vástago de la bobina.
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